
Crítica de cine

SCABBARD SAMURAI
Antes de pronunciar su primera palabra, el bebe ríe. Así, como también llora tras su involuntaria llegada al mundo. Desprotegido, deberá enfrentarse a una vida llena de obstáculos y recompensas. Las circunstancias impuestas en el camino, un camino hacia la muerte, se ven envueltas en una irónica y divertida perspectiva humana.
Si nos caemos, nos levantamos. Charles Chaplin y Buster Keaton conocían bien esta necesidad intrínseca del ser humano: la lucha por continuar. Nace la comedia como metáfora de vida, recubierta de humor, representa un mundo donde la tristeza y la alegría son el Yin y el Yang de nuestra estancia.
Quizás Buster Keaton introdujo la cáscara de plátano como metáfora de la circunstancia, la caída como el problema y levantarse como la solución. O quizás, solo muestra una situación divertida con el único objetivo de provocar la carcajada en el público.
“Scabbard Samurai”, la comedia sobre la comedia, es el ejemplo perfecto para indagar y analizar todos los elementos y recursos que este género nos ofrece. Hitoshi Matsumoto enfrenta a su patético protagonista, un ronin (samurái sin amo) a un reto difícilmente superable: treinta pruebas en las que debe conseguir un gag que funcione y haga reír al hijo del señor feudal, cuya sonrisa ha muerto junto con su madre. En caso de no conseguirlo, su castigo será el hara-kiri (suicidio honorable por desentrañamiento, común entre los samuráis).
La búsqueda de un compañero de viaje (vida) es una de las necesidades humanas, quizás por eso Matsumoto muestra a los personajes por parejas, presentados como si de uno solo se tratara: complementándose y apoyándose mutuamente. Hasta la muerte de nuestro protagonista, una niña de sorprendente madurez será el lado más serio, perspicaz y coherente de nuestro contrastado samurái. Por otra parte, siempre en pareja, se nos presentan los guardias: la ingenuidad cómica contrapuesta con el humor intelectual. El señor feudal y su hijo son el reflejo de la depresión y la superación. Por último, un trío de asesinos cuyos diálogos son utilizados para la narración de pequeños tramos de la historia, servirán como metáfora del espectador (público).
Como un guionista en búsqueda del gag perfecto, los guardias alimentados por la ilusión del público ayudarán a nuestro samurái, en este caso el cómico ejecutor del chiste, a pensar una actuación brillante. Gigantescas, desproporcionadas y costosas son las construcciones que llegan a aparecen en el film para buscar la sonrisa del príncipe (el gran cañón como un divertido guiño al circo). Gastos, sin duda, poco pragmáticos pero necesarios. Quizás Matsumoto deja entrever una pequeña comparativa con el cine, y sus sobredimensionados presupuestos pero, a su vez, imprescindibles en el arte cinematográfico.
El director japonés muestra sus inseguridades como humorista con eternos minutos de silencio incómodos que se producen tras los penosos gags del samurái. De este modo, el film plantea el estudio del propio fracaso de la comedia (Matsumoto parodia famosos programas televisivos japoneses como “humor amarillo”, donde la humillación de los concursantes son la herramienta básica de la risa).
Como si de un concierto se tratara, el público enloquece cuando el emperador concede una actuación más a Nomi antes del hara-kiri, no sin antes mostrar una discusión entre los guardias por cuál de las frases ha de utilizar para conseguir evitar su condena, como si de dos guionistas se estuviera hablando.
Es importante conocer cual es el significado de dignidad para un samurái. Aunque Nomi es humillado públicamente en numerosas ocasiones, es la caída de la funda de su espada, la amenaza de cortarle el moño o el miedo a no poder suicidarse, lo que le otorgará o arrebatará la honra a nuestro protagonista. Dignidad que conseguirá al enfundar su espada de nuevo, justo antes de su muerte.
En ocasiones las cáscaras de plátano no solo resbalan, también envuelven y se adhieren en nosotros preservando el desanimo a largo plazo. La muerte de la madre del príncipe se presenta como la tragedia insuperable, la caída de la cual uno no de puede levantar. Sin embargo, como el esfuerzo que realiza Nomi en su última prueba, un último soplido (suspiro), el molinillo puede seguir dando vueltas. Serán el esfuerzo, el optimismo y la insistencia los frutos para lograrlo.
La niña conseguirá superar la muerte del padre tras escuchar, a través del monje al que se las deja, sus últimas palabras desde la otra orilla del río (Siddharta.- distintas gotas de agua hacen el río que siempre pasa y es el mismo, el concepto cíclico de la existencia). La joven entenderá el mensaje y reirá junto al príncipe, su nuevo compañero para una nueva VUELTA.
Si existe un género que refleja los problemas de la vida y nuestra capacidad por superarlos, ese es la comedia. Como el mismo Matsumoto nos aconseja: continua dando vueltas, dando vueltas, dando vueltas…


