
Crítica de cine
DAENERYS PUTO HITLER
Capítulo I. EN EL HOGAR PATERNO
“…Considero una feliz predestinación el haber nacido
en la pequeña ciudad de Braunau, situada precisamente
en la frontera de esos dos estados alemanes cuya fusión
se nos presenta para nosotros, los jóvenes, como
un cometido vital que bien merece realizarse a todo trance”.
(Hitler, Mein Kampf, 1925)
Dentro de esta nueva moda de consumo audiovisual que suponen las series, Juego de Tronos se constata como la de mayor presupuesto de costes de producción y la más galardonada hasta la fecha. Creada por dos guionistas estadounidenses, David Benioff y D.B. Weiss, y basada en las novelas de George R.R. Martín Canción de Hielo y Fuego, la serie parte de una estructura de multitrama ambientada en un mundo fantástico con fuerte relación con el mundo medieval.
Como suele ser habitual en las series, la primera temporada plantea el argumento principal: la lucha que disputarán las distintas casas nobiliarias para obtener el control del Trono de Hierro y gobernar los siete reinos. Este valioso comienzo nos anticipa dos estrategias cinematográficas que serán claves en las siguientes temporadas que continuan la trama:
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La resolución de cada una con un sorprendente giro argumental, producto de estrategias y tejemanejes políticos.
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El magistral uso del montaje en paralelo que facilta al espectador en el rápido y fácil reconocimiento de personajes y espacios creados en este mundo fantástico.
Ned Stark, en un principio supuesto protagonista de la serie, muere al final de la primera temporada, confirmando las mencionadas estrategias y estableciéndolas como manera de hacer para las siete restantes. El protagonista es eliminado, dejando paso a las familias de poder como verdaderos abanderados de la historia.
La magia es el elemento perfecto para la simbolización de conceptos. Esto es bien conocido por los maestros del género de fantasía, donde los monstruos, las maldiciones o la brujería, son utilizados para representar marginados, sentimiento de culpa o deseos imposibles.
Los elementos mágicos y fantásticos de Juego de Tronos, además de servir como soporte estético, tienen un significado representativo. Los caminantes podrían ser las consecuencias medioambientales que produce el impacto humano en su asentamiento, la magia de La Mujer Roja la esperanza del pueblo que sufre y los dragones el arma más poderosa (la bomba atómica) que pondrá fin a los conflictos bélicos pero que a su vez tendrá capacidad de corromper el alma de cualquiera de nuestros protagonistas.
El destino forma parte de la serie desde su principio. En Juego de Tronos las profecías se cumplen. Cersei morirá a manos de su amado Jaime, Beric Dondarrion resucitará siete veces para socorrer a la salvadora de los siete reinos y todos los ojos que cerrará Arya con su espada caen uno por uno como predijo La Mujer Roja (personaje cuya introducción en la segunda temporada deja entrever la importancia de un destino ya escrito dentro de la serie).
Los lazos familiares, principalmente entre hermanos, sirven como elemento vital dentro de la serie. Los hermanos Stark, los hermanos Lannister, La Montaña y El Perro, los hermanos Greyjoy, Jojen Reed y Meera Reed o Jon y Daenerys son paradigma de ello. Parece que el enfasis en acentuar este parentesco se enfatiza en la octava temporada, donde se muestra de forma emotiva bucólicos reencuentros y trágicos finales entre ellos. El derrumbamiento de La Fortaleza Roja sobre Jaime y Cercei tras un rencuentro casi imposible, la espectacular batalla entre los dos despiadados hermanos y la posible ayuda ofrecida por Bran controlando el caballo que auxilia a Arya en el segundo genocidio con dragones ejemplifican este hecho.
Todo está conectado en Juego de tronos. Las referencias a temporadas pasadas y las continuaciones de tramas que empiezan en las primeras y se resuelven en las últimas suponen el ingrediente perfecto para conseguir un hilo argumental de enorme interés.
La elaborada resolución de la octava y última temporada reune todos los elementos necesarias para la colocación de la “guinda” que esta aclamada serie merecía.
Una decisión arriesgada pero certera por parte del equipo divide la última temporada en seis episodios de más de una hora (largometrajes). Mezclando estilos cercanos al mundo del cine. Construyendo desde una forma comercial estructuras de contenido.
Los dos primeros episodios se componen de reencuentros entre los lazos más importantes de los personajes de la MULTITRAMA y de un gran número de pistas e insinuanciones que provocarán la intriga y el suspense. Los tres siguientes episodios, con dos grandes batallas, muestran un abanico de efectos y trucos de imagen que favorecerá el goce visual de los espectadores. Se concluye con el maravilloso GIRO ARGUMENTAL causado por las estrategias políticas y conspiraciones entre los personajes.
Si el primer conflicto entre El Fuego y El hielo se resolvió con la muerte de Rhaegar Targarayen a manos de los Lannister y la consiguiente usurpación del trono por parte de los Baratheon y los Stark (consecuencias presentadas en la primera temporada). El final decide cerrar el círculo con un nuevo enfrentamiento entre El fuego y El Hielo, esta vez con el enfrentamiento entre Daenerys y John.
En Juego de Tronos se cumple la máxima de Lord Acton, historiador inglés de principio del siglo XIX: “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Nos resultan familiares los casos políticos en los que líderes con excelente retórica, dominio mediatico y un número alto de fieles seguidores, han unificado el poder en su persona, formando sistemas totalitaristas. Estos gobernantes siempre dicen hacerlo en nombre del pueblo y justifican sus actos como necesarios para su bien.
Daenerys, usando como escusa su “pueblo”, llega hasta Desembarco del Rey con el único objetivo de ocupar el Trono de Hierro y hacerse con el poder absoluto. Ya lo deja claro con las discusiones que mantiene con Sansa Stark (retirada de mano) y Jon (la ocultación de su verdadera condición). Serán el miedo y la soledad lo que desemascaren a Daenerys con su verdadero rostro, la de tirana.
No nos debe resultar costoso asimilar que la transformación se produzca en una persona que ha deseando la ocupación del trono de hierro desde su infancia, con una infancia verdaderamente traumática, huérfana, expulsada de su hogar, usurpada de su cargo político, maltratada por su hermano y educada por los Dohraki (una de las tribus más salvajes de la serie), y que en poco tiempo se ve seguida incondicionalmente por los ejercitos más poderosos de Poniente, enriquecida y con tres dragones a su órdenes.
"¡Dios sabe que yo quise la paz!”.
(Hitler)
"Debo cumplir con mi misión histórica y la cumpliré porque la Divina Providencia me ha elegido para ello".
(Hitler)
… POR SI OS SIRVE A LOS QUE DE FORMA TURBIA Y CON MENTE NUBLADA
OS MASTURBABAIS MIENTRAS VEÍAIS LA SERIE Y DECIDISTEIS FIRMAR ESA PETICIÓN.
(Jorge)