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EL  DESENCANTO

 La cordura y la locura son estados cuyas fronteras se diluyen, se entreveran, no existen. Dicen que la lucidez es ese asesino difuso que nos mata día a día, oculto bajo la esquizofrenia, que en mayor o menor medida, albergamos en nuestro interior. Sin previo aviso, las circunstancias pueden hacer temblar los cimientos de la cordura. La muerte, la soledad, el alcohol y la desconfianza son algunas de ellas.

 

“Locura le llamó a esto; la excepción se convertiría para él en la regla”.

Friedrich Nietzsche

 

Una lona blanca veta la imagen inmortalizada en piedra de Leopoldo Panero, un poeta español al que rinden homenaje los habitantes de Astorga, tras su reciente fallecimiento.

 

Jaime Chávarri, gracias a su estrecha amistad con Michi Panero, consigue introducirse en la casa del poeta tras su muerte. Los tres hijos, Juan Luis, Leopoldo y Moisés acompañados de su madre Felicitad, cumplirán, de forma sublime e inconsciente, el papel de protagonistas.

 

En ocasiones las ideas no son planificadas, aparecen por sorpresa. Es la capacidad de observación, análisis e interpretación lo que las hace posibles. “El desencanto” carece de guión, no obstante, muestra a lo largo de su desarrollo, una clara y rotunda intención: aflorar lo intrínseco de cada miembro de la familia y las relaciones entre ellos, que una vez descubiertas, nos dibujan con cruel realismo a la familia Panero.

 

La realidad se distorsiona al ser grabada, es un hecho que ha de tener en cuenta todo buen documentalista. La presencia física de una cámara condiciona en mayor o menor medida a todo aquel que es grabado o entrevistado.

 

Jaime Chávarri, de forma brillante, aprovecha este condicionamiento. Se adentra en las trastornadas personalidades de la familia de poetas para lanzar el nítido mensaje sobre la realidad vivida.

 

La presencia de la cámara se utiliza como vehículo para el desahogo de los familiares. Recordar (por primera vez en voz alta) trágicas historias pasadas que quedaron en un aparente olvido, reprochar decisiones que marcaron sus vidas o justificar las suyas propias culpando a los demás, guiarán al director madrileño para reflejar el desencanto de la familia, desenmascarando así, la opinión pública establecida.

 

La generalizada imagen romántica y glorificada del poeta fallecido, insinuada en las primeras escenas del documental, se va cuantitativamente desmontando. La propia familia, contando, comentando y “escupiendo” sus recuerdos y sentimientos, de manera inconsciente protagoniza el desmontaje. El espectador absorbe la “desilusión, mal humor, fealdad inmensa” (palabras con las que Felicidad describe el primer encuentro con su futuro marido).

 

Cuando las historias hablan de VIDA, y el director aquí lo hace, se convierten en crítica social porque reflejan la generalidad. Además de dejar patentes sentimientos que cualquier ser humano y en cualquier época tienen, este drama, nos dibuja como pocos, el ambiente de las familias aburguesadas de la España de la posguerra y su decadencia. El mismo Chávarri dijo: “había pretendido hacer una película sobre los Panero, pero la gente veía otras cosas aparte de ellos. No sé si están o no esos elementos, aunque reconozco que me encantaría que estuvieran”

 

La intención del documental vuelve a remarcase momentos antes del final con el Epitafio escrito por Alberto Gordo Moral, que aunque con sutileza y envuelto en metáforas, describe la situación asfixiante, desgarradora y perturbadora que oculta la familia Panero “…acribillado por los besos de sus hijos…”

 

Si bien técnicamente tiene una ejecución intachable, cabe destacar el uso de planos fijos que con un  ligero zoom hacia el entrevistado, el ritmo lento y el blanco y negro, acentúan magistralmente el dramatismo.

Es importante tener en cuenta que “El desencanto” no es un documental divulgativo, pierde esta condición cuando las imágenes captadas, aunque no pertenezcan al campo de la ficción, han sido manipuladas (ordenadas y seleccionadas con una intención). Quizás docudrama sea el género que más se le aproxima.

 

Con esta obra queda patente uno de los primeros acercamientos entre el documental y la ficción, dos campos aparentemente opuestos, que cada día ven más estrecha su relación.

 

 

 

De nuevo un tupido envoltorio vuelve a cubrir la estatua de Leopoldo Panero, sin embargo en esta ocasión, un nuevo amanecer ilumina las calles de Astorga (España).

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